[Cuarta edición de nuestro #ContrapuntoDeFrasesHechas. Te invito a leer el otro lado de la moneda en la cuenta de @belu.basalo.]
Hoy presentamos: “A caballo regalado no se le miran los dientes”
Esta debe ser una de esas frases que vienen de antaño, básicamente cuando la gente podía regalarte un caballo. Hoy qué haría yo con un caballo no lo sé. Pero si lo trasladara a otras cosas prácticas de nuestra vida diaria tendría que pensar que si el caballo tiene malos los dientes (porque por algo te dicen que no se los mires) es porque no puede comer bien o porque tiene algún otro problema. Entonces dale, regalame nomás una cafetera que no funcione o una plancha que esté quemada o un libro al que le falten hojas (si esto último pasara, sin dudas miraría a la persona como si fuese un asesino serial).
Pero ahora, dejando de lado lo literal, pienso en la metáfora detrás de esta frase. El subtexto es que no hay que ser desagradecido. Pero me molesta mucho cómo se plantea esa idea. Primero por hacer sentir mal al otro por «mirarle los dientes». Es como si uno tuviera que aceptar todo lo que le dan ciegamente y solo agradecer por el simple hecho de recibirlo. Claro que estoy de acuerdo con que hay que ser agradecidos, pero no con que solo porque alguien te lo está regalando haya que conformarse. Soy de la idea de que las cosas que no sirven o se arreglan o se tiran. No es necesario que algo esté viejo, sucio o roto para regalarlo. También podemos desprendernos de cosas que están en muy buen estado pero que por algo ya no nos identifican o no nos sirven. Ese es el real mérito del regalo. Regalar lo que te gustaría que te regalaron, no lo que tirarías a la basura. «Está roto pero lo podés arreglar». Si voy a hacer un regalo, te lo arreglo y te lo doy. Si vos me lo pedís aunque esté roto, es otro cantar.
Creo que como en muchas cosas a las que como sociedad ya nos acostumbramos, lo que no me gusta de esta frase es que el foco está puesto en el que recibe. Coincido en que no es algo lindo recibir un regalo enumerando los defectos. Pero en realidad uno tendría que poder mirar los dientes del caballo sin problemas porque, como decía, el regalo tiene que poder ser tan lindo como si la otra persona lo estuviera comprando y no recibiendo gratuitamente.
Cuando realmente estemos orgullosos de lo que le damos al otro, cuando sepamos a conciencia que no son solo migajas sino un pan completo, es que le vamos a poder decir «Mirálo tranquilo. Este caballo es tuyo y cada parte de él es una señal de todo lo bueno que vos te merecés».