Cuento: «Mientras haya fuego, hay esperanza»

[Este cuento forma parte de mi iniciativa literaria #ContemosJuntos y es el último cuento que voy a publicar este año. El nombre del personaje principal lo propuso @_solmenendez, el sentimiento que la mueve me lo dijo @solangegrand y la palabra clave del título la aportó @musa.adore. ¡Que lo disfruten!]

Quizás porque en el significado de su nombre llevaba el mismísimo nacimiento de Cristo. O quizás porque los resabios de las fiestas en familia (con sus dos papás, con sus miles de primos, con el tío que siempre le sacaba una sonrisa, con su abuela que siempre le daba el abrazo más fuerte…) estaban frescos en ella a pesar de la adultez, para Natalia la Nochebuena no era una fecha más. Y este año «pandémico» no era la excepción.

Los preparativos empezaron más o menos el fin de semana largo de noviembre. Natalia empezó a notar que los negocios ya vendían cosas para Navidad y se equipó de decoración de todos los tamaños porque en realidad todavía no sabía en qué espacio físico iban a festejar. Era el primer año que Diego y ella convivían y la lógica indicaba que, fuera donde fuera, estarían juntos.

Los días pasaban y, aunque el calor no había llegado del todo, Diego veía que Natalia siempre llegaba a casa con dos o tres regalos en las manos. Casi compulsivamente pero con un cuidado meticuloso, envolvía uno a uno con papel de regalo navideño. «¿Por qué estás tan ansiosa?» le dijo un día, después de observar cómo envolvía regalos a toda marcha como si ya estuviera cerca de la fecha. «Faltan como 3 semanas todavía para Nochebuena, y ni siquiera…». Natalia lo fulminó con la mirada y Diego se dio cuenta de que hasta ahí había llegado su intervención en el asunto.

Por supuesto el 8 de diciembre el árbol de Navidad ya estaba armado en el departamento, y todos los regalos perfectamente envueltos habían encontrado su lugar debajo de él.

Un día Natalia llegó un poco más temprano de lo habitual y notó cómo Diego aceleraba el final de su llamada telefónica para cortar con su interlocutor de golpe. «¿Todo bien?» le preguntó con desconfianza. «Sí, sí» le respondió Diego nervioso. Al ver que Natalia le seguía sosteniendo la mirada tuvo la necesidad de dar más explicaciones. «Era mi vieja… estábamos hablando de las fiestas…». Diego sentía casi terror de plantear el tema. No terminaba de entender qué mecanismo de defensa había activado en Natalia la celebración de la Navidad, ni si era algo de siempre o producto de este año tan particular. La cosa es que después de tantos meses de pandemia era la primera vez que la veía realmente motivada con algo, a tal punto que parecía haberse olvidado que el mundo todavía estaba en peligro de enfermarse. «El problema es que las reuniones multitudinarias son difíciles este año… Mis papás tienen espacio, por si qusiéras decirles a…» «No te preocupes» interrumpió Natalia. Y dio por terminada la conversación.

La ansiedad de la Navidad, lejos de desaparecer, iba en aumento. El departamento ya tenía sus dos ambientes completamente decorados como si esa realmente fuera la casa de Papa Noel. Entre los brillos de las guirnaldas y las luces de colores intermitentes, Diego ya ni siquiera podía ver la tele con comodidad.

Pero aunque en el árbol cada vez había más regalos, Natalia y Diego seguían sin hablar acerca de dónde y con quién pasarían las fiestas. Para sorpresa de Diego, fue ella quien finalmente sacó el tema. Llegó de la calle y corrió la nieve artificial que había puesto como decoración en la mesa. Apoyó la cartera, dejó el barbijo, se sacó los zapatos. Después de lavarse las manos se sentó en el sillón y lo miró a los ojos. «Mi Nochebuena ideal es con vos, solos». Diego miró de reojo el árbol atiborrado de regalos. Pensó cuánta plata habría gastado Natalia en ellos y qué quería decir entonces con que no quería ver a nadie. «Mi viejo puede hacer un asado… podríamos verlos a mis sobrinos…». «Sí. Entiendo. Las Navidades son en familia. La mía ya está desecha pero la tuya no, podemos celebrar con ellos.» Natalia se quedó mirando el piso con tristeza. «Hacemos lo que vos quieras, para mí es una noche más.» Le dijo Diego para intentar animarla. «¿A quién pensabas darles todos estos regalos?». «A nadie, y a todos.»

Llegó el 24 y Natalia y Diego se prepararon para ir a la casa de los papás de él. La ansiedad navideña de Natalia había llegado también al auto que estaba decorado como si fuese un reno de Papa Noel. De todos los regalos del árbol, Natalia agarró solo 5.

Comieron un asado, brindaron a las 12, se repartieron los regalos, y volvieron en silencio en el reno. Cuando estaban en el garage del departamento, Natalia le dijo a Diego «Tengo que repartir el resto de los regalos. ¿Me querés acompañar?». Una parte de Diego tenía miedo de que Natalia estuviera delirando, pero le dijo que sí. Después de todo, con delirio o no, la acompañaría hasta el fin del mundo.

Natalia bajó con una gran bolsa y todos los regalos adentro. Le indicó a Diego la primera dirección: una estación de bomberos. Luego un supermercado abierto las 24 hs, un estación de servicio, una estación de policía, una guardia de un hospital público, un hospital de chicos y finalmente un geriátrico. Diego veía cómo se iluminaban a la par las caras de Natalia y de quienes recibían los regalos.

Cuando volvían al departamento Natalia rompió el silencio «En noviembre me di cuenta de que llegaría Navidad y no podría estar con mis papás. De que esas fiestas alegres y multitudinarias definitivamente habían quedado atrás. Repasé este año y pensé que en realidad fueron muchas las cosas que quedaron atrás para muchos de nosotros. Festejos de cumpleaños en soledad, noches de angustia sin poder abrazar a nadie. Y ni hablar del acecho del virus, el miedo, la paranoia y a la vez la obligación de muchos de seguir dando batalla igual. Nos desacostumbramos a vivir en sociedad. Y a sentir en sociedad. Compulsivamente compré regalos pensando en todos. Porque la Nochebuena es la excusa para permitirnos pensar en los demás. Incluso en un año tan individualista (o sobre todo en un año tan individualista). Es la oportunidad de ser el pesebre donde los demás puedan refugiarse y hacer nacer su mejor versión. Mientras el fuego de ese deseo, de ser ese refugio, siga presente… hay esperanza.». Diego y Natalia se agarraron fuerte de la mano. No sabían que ahí mismo, con las bases de un año difícil que habían sabido superar juntos, estaba formándose su familia. Un año después la celebración sería todavía mucho más especial… de a tres.

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