Cuento: «No cualquier mirada»

[Este cuento es parte de mi iniciativa literaria #ContemosJuntos. El nombre del personaje principal lo eligió @fluirencolores, el sentimiento que lo mueve @evalunamenguante y la palabra clave del título @rosiestips 💜]

Mauricio se sirve su café como todas las mañanas. Nunca fue una persona a la que le gustara charlar cuando recién se despertaba. Por eso intenta no quedarse demasiado tiempo en la casa de la candidata de turno. Para él los desayunos son sagrados, y el solo pensar en tener que entablar una conversación casual con alguien a quien no conoce, y encima ni bien se levanta, ya le parece una tortura.

Mientras toma su café, en silencio, se acuerda de la noche anterior cuando conoció a Malena. Era tal como se la había imaginado: ni más, ni menos. Quizás un poco «de más» no hubiera estado mal, pensó. Hace rato que nadie lo sorprende demasiado. El momento más gracioso de su recuerdo le saca apenas una pequeña mueca mientras toma el último sorbo del café.

«Muy linda la noche de ayer. Espero que repitamos pronto.» No sabe bien por qué pero manda ese mensaje. ¿De verdad la pasó bien? ¿De verdad quiere repetirlo? ¿Será que realmente no puede con su genio y quiere darle al otro lo que el otro espera de él? ¿O será simplemente inercia?

Mauricio se esmera para vestirse, aunque sin demasiada emoción. Es como si hubiera entrado dentro de una corriente que lo arrastra por un camino en el que va cumpliendo con lo esperado en cada estación. Demostró interés, planeó un segundo encuentro, lo lógico es que busque la forma de seguir gustándole a Malena. ¿Pero Malena le gusta a él? Eso es lo que todavía no tiene muy en claro. Supone que sí. El «checklist» lo pasó «satisfactoriamente». ¿Son esas palabras para definir si alguien te gusta o no? Mauricio sale de su casa perfumado e impecable. Parece una foto. Un instante que se ve bien para la imagen pero que no se puede tocar.

El restaurant que eligió Malena le gusta mucho. Mientras leen la carta se le ocurre que es una buena idea decírselo. Al fin y al cabo es un comentario agradable, y ya sabe que a lo largo de la noche van a escasear los temas de conversación. Pero ahí está, siguiendo el camino. «Me encanta este lugar, muy buena elección» con una sonrisa intenta darle emoción al comentario, pero no lo logra demasiado.

Mientras esperan la comida, Mauricio escucha las historias de Malena que le resultan muy conocidas. ¿No se las contó ya en su primera cita? ¿O es que las escuchó en otro lado? ¿Será que ni siquiera las nuevas historias de nuevas personas lo sorprenden ya? Unta el pan en el queso crema e intenta disimular su tedio. Intenta concentrarse en lo que Malena está contando, pero apenas si puede dejar la mirada fija en su interlocutora.

Un perfume lo saca de sus pensamientos. Gira la cabeza con brusquedad. Su inconsciente busca de dónde viene ese olor tan rico. Una cortina de pelo rubio brilla con la luz de la dicroica que está justo arriba de la mesa. «¡Cami!». Malena se levanta para saludar a su amiga que todavía es para Mauricio una cortina de pelo rubio que huele muy muy bien. Instintivamente se levanta de un salto. Necesita ver qué hay atrás de esa combinación de sentidos que se mezclan y entrelazan. Las amigas se saludan con un gran abrazo en su encuentro no planeado. La atención de Mauricio es tan grande que en un rápido movimiento de cabeza, Camila corre su cortina de pelo rubio. Se miran. Click. Las miradas se cruzan y se enganchan. Por primera vez en mucho tiempo Mauricio siente la necesidad de avanzar, de actuar, de hacer. No es la corriente lo que lo lleva. No hay listas en las que chequear items. Es que no es cualquier mirada. Algo empieza a renacer en él, se vuelve a sentir vivo. Como si recién se hubiera despertado de un largo sueño se da cuenta de que ya no le da todo lo mismo. De que no quiere que ese olor ni que esa mirada se escapen. Que no le da igual.

Pasan los días. Pasan los desayunos de profundas miradas y largas charlas. Pasan los años. Pasa la vida.

Mauricio cierra sus ojos movido por el dolor. La satisfacción de haber vivido bien no le quitan el dolor de irse. Pero los vuelve a abrir rápido. No se puede ir sin antes volver a sentir eso que sintió tanto tiempo atrás y que volvió a repetir todos los días de su vida. Se corre una cortina de pelo gris y ahí aparece. No es cualquier mirada. Es la mirada que lo llevó al centro de sí mismo y que a la vez lo empujó a su máxima expresión. Esa que le dio la fuerza para salir de su inercia, de su status quo, y de vivir. Vivir a conciencia.

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