Patchwork literario: homenaje a Noelia Delic

El 6 de octubre del 2010 perdí a mi gran amiga Noelia Delic. Su ex novio decidió que si no estaba con él no estaría con nadie, y con mucho ensañamiento la sacó de nuestras vidas para siempre.

El 6 de octubre del 2020, a 10 años de haberla perdido, decidí rendirle un homenaje a su vida, para poder concentrarnos en quién fue ella y no en cómo se fue. Convoqué entonces a sus amigas y entre todas hicimos un patchwork literario: cada una escribió una anécdota, una reflexión, un recuerdo y todos esos «retazos» juntos hicieron una versión de Noe que nos permite mantenerla viva porque cada uno de ellos fue recuperando un pedacito de su esencia.

Sin más preámbulos aquí comienza nuestro homenaje a quien sólo necesitó 22 años para marcar a todo el que se cruzara por su camino.

Retazo #1 – Escrito por Inés María Agosta

Ella en mi recuerdo es pura risa. También es entrega, nervios, dolor, alegría, amor, tristeza. Ella era muy humana y muy profunda, no se la pasaba riendo porque la vida le fuera fácil. Más bien decidía vivir la vida con alegría.

Siempre la admiré mucho. Incorporaba las cosas nuevas con una facilidad admirable. Así como se apasionaba con algunas cosas, otras no le interesaban. Se entregaba a lo que realmente le importaba. 

Era coqueta y hermosa. Le encantaba vestirse bien y sobresalía aunque se vistiese cómoda. Era muy muy golosa. Muy despistada. Muy humilde pero a la vez muy segura. 

Era de esas personas que realmente te escuchaban. Si te hacía una pregunta te miraba a los ojos y prestaba atención de cada palabra que le decías. 

Era muy dulce. Muy buena. Muy cálida. Cuando se enojaba era brava. Pero eso la hacía todavía más auténtica.

¿Qué nos quedó pendiente por hacer juntas? Uf, un millón de cosas. Me encantaba hablar con ella y soñar juntas. Me acuerdo que la última vez que la vi almorzamos con mis papás que hacía poco habían estado en Salamanca y fantaseamos con qué bueno sería ir a estudiar juntas allá. Amábamos estudiar juntas. 

Sabías que se iba a ir joven. Eso siempre me impresionó y a la vez, de alguna forma, me dio paz. No porque hiciera menos doloroso el que se hubiera ido, y menos todavía el cómo. Pero porque de algún modo siento que vivió intensamente justamente por haber tenido esa certeza. Verla a Noe era ver una auténtica honra a la vida. Y sin dudas ahí está la clave que nos dejó para marcarnos el camino de cómo le hubiera gustado que la recordáramos. Sin duda así, llenos de amor y de dulzura. De esperanza del reencuentro y de agradecimiento a la vida. 

Retazo #2 – Escrito por Soraya Basil

Te volvías china cuando reías. Cuando te pienso, te recuerdo así: china de la risa. No recuerdo el sonido: eso es un defecto mío. Mis recuerdos corren como en una película muda. Sin embargo, puedo hasta palpar cada gesto que acompañaba esa risa: la boca abierta, las comisuras abriéndose en sonrisa y los ojos tan chinos que no se te veían las pupilas. Hasta en la risa que más deformaba, eras bella. Porque eras fresca, llevabas esa naturalidad en el cuerpo y en las palabras.

Sí, te recuerdo inteligente. Sí, te recuerdo generosa. Sí, te recuerdo con tus bucles de muñeca. Pero lo que más me viene a la cabeza en estas fechas, y cada vez que te evoco, es tu cara de risa.

Y a mí me hipnotizan esas cosas: esos gestos que perduran en el tiempo, que son expresión de uno y que, aunque todo cambie, siguen ahí, presentes, inalterables a través de los años, de la existencia, de las memorias.

Corrijo: no te volvías china cuando reías.

Te volvés china cuando reís, inmortal y para siempre, en mi memoria.

Retazo #3 – Escrito por Mariana de Cabo

Te imagino en un campo de flores amarillas. Me ves de lejos y te empezás a reír. Algún gesto involuntariamente chistoso se me escapa. Siempre te hago reír, Noe. Así vivís en mí, así vive en mí tu corazón bueno. ¡Gracias, amiga!

Retazo #4 – Escrito por Nadia Arias

Estábamos en nuestro segundo año de Letras y nos enfrentábamos a las complejas traducciones con subordinadas de Latín II. Un miércoles de abril nos quedamos después de clase con Noe, quien se sentía un poco abrumada con la materia, revisando la teoría y ejercitando juntas. Para mí, que me resultaba un poco más sencillo seguir la materia, era un encuentro más, como otros, pero cuando terminamos de estudiar, Noe sacó de su bolso una cartita. Una carta extensa, escrita de ambos lados, con un hermoso sobre decorado. Ya el detalle de un texto escrito de puño y letra en tiempos de e-mails y chats revelaba una profunda delicadeza. Con esa espontaneidad y sinceridad que tanto la caracterizaban, no expresaba simplemente agradecimiento, sino que abría su corazón para llenar al otro, para valorarlo, para ponerse a su servicio. Porque recibir sin dar, decía en sus líneas, es dejar al otro vacío. 

Noe era esos gestos, esos detalles que acarician el alma. Aun en las situaciones en las que pensaba que estaba recibiendo de otro, ella daba, se entregaba por completo. Y yo, que creía que estaba ayudando a una compañera con una materia, terminé siendo ayudada y abrazada por su calidez y dulzura. 

Retazo #5 – Escrito por Eliana Romero Gioia

El último día juntas.

Hay un día que repaso una y otra vez en mi cabeza. Quizás porque estando siempre ocupadas, cada una con sus cosas, nos costaba mucho llegar a un acuerdo. Ese día coincidimos: milagro! Las mismas tres de siempre, se juntaban una vez más para festejar el día de la primavera.

El destino era Galerías Pacífico. Ale trabajaba y nos encontraba directamente en capital. Viniste a almorzar a casa y ofrecí cocinarte pasta. Hice unos tallarines obviamente comprados con una salsa que seguro había preparado mi mamá… o sea de mano propia, nada. Quedaste fascinada.

Nos pasó a buscar quien ese momento era tu novio e incluso en el viaje hablabas de “la super comida que Eli preparó”… yo pensaba… claramente esta chica tiene algún problema en el paladar… aunque no voy a negar que le puse mucho cariño a esa comida.

Llegamos a Galerías Pacífico, nos encontramos con Ale, merendamos en Starbucks y te saqué la ultima foto que tengo tuya, sin saberlo. Y claro, salió movida. Movidísima. Siempre dijiste que te sacaba las fotos mas horribles del mundo y paradójicamente, para mi salías hermosa en todas.

No recuerdo si volvimos las 3 a casa o solo vos y yo. Pero si recuerdo que volvimos con mis papás que nos buscaron cerca del shopping y mi papá nos dejó a mi mama y a mi en casa y luego te llevaba a la tuya. Recuerdo que te saludé y baje del auto… y por alguna razón gire para mirarte.

Estabas del lado de la ventana y fue la primera vez en mi vida que me miraste así: llena de tristeza. Intuyo hoy amiga, que sabías perfectamente que iba a ser el ultimo día juntas. Y lo intuyo, porque en ese momento yo también lo supe. Por supuesto no de la forma que se saben las cosas; pero de algún modo supe que algo andaba mal.

Te golpee el vidrio con dos dedos y te mire como diciendo ¡hey! ¿Qué pasa? Me sonreíste triste, te devolví la misma expresión, triste y desconcertada y cada una siguió su camino.

Nolita, siempre me di el lujo de saber que no quedaron pendientes entre nosotras: me diste tu mejor versión durante 20 años; conocí con vos cuanta bondad y pasión pueden caber en un cuerpo (y encima un cuerpo de 1 metro 59…o menos!). Te vi crecer y padecer la adolescencia con un espíritu trágico al mejor estilo Shakespeare. Nos peleamos, nos aceptamos, nos perdonamos, nos cuidamos, nos respetamos y por sobre todo nos quisimos. Las 3 siempre fuimos eso: hermanas. Y por el resto de mi vida voy a tener tu voz, tu olor y tus locuras grabadas en mi corazón.

Una vez escribiste en Facebook -y nos etiquetaste a algunos de tus amigos- un post que decía “…vivir es ver volver. Es justo y necesario conservar los afectos como eran y los recuerdos como serán y atar los unos a los otros a una misma ley de permanencia; es justo y necesario saber que todo cuanto ha sido, todo cuanto ha templado dentro de nosotros, está aun diciéndose de nuevo en nuestra vida y en la vida de los demás”.

Y aunque el dolor atraviesa una y otra vez, te veo volver todos los días; te escucho gritar y cantar con esa voz estridente que hoy extraño horrores; te veo llegar siempre tarde sabiendo que te estoy esperando. Te veo pidiéndome que te planche el pelo mojado y que te quede como un quincho. Te veo comiendo esos tallarines comprados que te preparé y siendo feliz con lo simple de la vida. Te veo en esa foto movida y en nuestra despedida; que si bien fue forzada, fue legítima y fue nuestra. Porque ambas sabemos que de haber tenido la certeza de que era la última vez, no te hubiese soltado nunca.

Retazo #6 – Julia Sierra

Los recuerdos cálidos de la facultad están formados por encuentros de pasillo entre mates y apuntes, esperas en la fotocopiadora, sonrisas de aliento durante los finales, y la certeza de una pasión compartida. 

Noe forma una importante parte de todo eso.

Uno de los primeros recuerdos que tengo de ella es en torno a un ejercicio de escritura creativa para una materia. Había que elegir un titular sugerente, elaborar un relato, y luego agruparse con todos aquellos que hubiéramos elegido el mismo disparador.

«Punta de agua» me reunió con Noe y con otras compañeras.

Curiosamente, el único texto que recuerdo, además del mío, es el de ella.

Me acuerdo de que, cuando le tocó compartirlo, habló de un poblado con forma de estrella, de una punta de la que brotaba un manantial de agua, de una muchacha cuya historia había originado la leyenda que se escondía detrás de esa configuración espacial.

Noe empezó tímida y continuó apasionada, embebida en su fantasía y sumergida en su propio relato.

Habló con candor, con  dulzura, con su leve titubeo, pero con la seguridad del amor por la escritura y la honestidad de su historia, porque su historia era ella: magia, inocencia, creatividad, fantasía, calidez, esperanza.

Noe era también su sonrisa cuando le contaba las aventuras de mis sobrinos (tan chiquitos, en ese entonces…). Esa ternura tan suya que la desbordaba, y entonces yo ya sabía, acaso sin registrarlo, que estaba compartiendo algo muy hermoso con una de las personas más transparentes que conocí.

Su autenticidad, el sonido de su voz y su risa, su honesta y humilde veneración por las letras, su devoción y su fe, son algunos de los tintes más intensos que tiñen de colores cálidos muchos de mis recuerdos de facultad. Y siempre le voy a estar agradecida por ello.

Retazo #7 – Carolina Rodríguez

“¡Cómo puede cambiar la vida de un día para el otro!”, me dijiste. Era marzo de 2010 y estábamos regresando a las aulas que nos permitieron conocernos, para terminar el tramo pedagógico. Estabas preocupada porque cuando me preguntaste por mi verano, te dije que había sido difícil. Te interesaste en mí. Caminamos por ese pasillo charlando acerca del valor de la vida y lo dura que suele ser la partida de los seres queridos. Como siempre, tu mensaje vino acompañado de una sonrisa y esperanza. Nos despedimos, seguramente, con un abrazo de por medio.

Era un día de sol. El mismo que siete meses después se escondió por unos instantes. Tengo cada minuto de esa jornada grabado en mi mente: el atardecer se volvió oscuro y unas horas más tarde, sentí el mundo desmoronarse, con una de las noticias más inesperadas y difíciles de aceptar: te habías ido.

Pasé por diversas emociones con el paso del tiempo, pero algo en mí afloró insistentemente: “¿Cuándo habrá sido la última vez que nos vimos?”. Intenté con todas mis fuerzas recordar ese día y aunque no lo logré, encontré en mi memoria escenas, fragancias, colores y sonidos que me llevaron a tu persona; y como re-cordar es volver a pasar por el corazón, hoy lo hago con una sonrisa: la misma que vi en tu rostro cada vez que te soñé.

Recuerdo tu cartera hermosa de cuero marrón, tus zapatitos siempre divinos, en composé con el atuendo. Recuerdo el timbre de tu voz, tu risa. Tus ojos que se achinaban al sonreír. Recuerdo tu letra, el bordó perlado que solías llevar en tus uñas. Recuerdo el día en que no te importó interrumpir tus vacaciones para ir a llevarme una carpeta completa de una materia que ya habías rendido, para solidarizarte porque me la habían robado. Recuerdo tus apuntes de Historia del Arte y cuando me contaste que tu mamá te había ayudado a armarlos en la computadora. Recuerdo la relación de amor eterno que te unía a ella y a tu papi. Atesoro como una foto, la escena de ustedes sentadas, esperando el trencito que pasaba frente a la facultad, uno de los primeros días de cursada. 

Recuerdo tus anécdotas graciosas: tu torpeza para la cocina, tu despiste. Cuando me presentaste con tu prima “¡Ella es Caro, la chica que te conté, es re graciosa! ‘¡siempre me hace reír!”, porque fueron las palabras que tu mamá me dijo cuando yo no pude encontrar ni una para decirle. Recuerdo lo hermosa que ibas los lunes, porque luego tenías que ir a enseñar y preparabas cada clase con un amor y una dedicación admirables. Recuerdo tu inteligencia, tu espontaneidad. Y sonrío…

“¡Cómo puede cambiar la vida de un día para el otro!”, querida Noe. Diez años después, vuelvo a reflexionar en esa frase y estás tan presente como en aquel momento; porque aunque no he logrado traer a mi memoria los detalles de la última vez, tengo como un tesoro guardado en mi alma los fragmentos metonímicos de una obra maestra, que fue tu vida.

Han intentado quitarnos todo, pero no lo han logrado. El perfume de tu paso por esta Tierra, la fuerza de tu fe y el legado de tus palabras que aún siguen resonando, siempre vivirán en nosotros. En nuestro recuerdo, por ende, en el corazón.

“Y los designios de Dios son insondables. Nunca sabemos el lugar, ni la hora ni siquiera el porqué…¿Por qué ahora? ¿Por qué así? Qué misterio… Sólo lo sabremos cuando estemos cara a cara con Él y conozcamos la Verdad. Pero sí sabemos el fin. Y lo valioso del dolor: el crecimiento. (…) No hay duda de que el dolor devasta y deprime. Pero cuando es superado fortalece y dignifica. ¿Te acordás de la clase de Lastra sobre El Quijote? “Se nace individuos, personas se deviene con el tiempo”. El dolor, la muerte, la pérdida, el fracaso, la desilusión son parte del gran desafío de crecer, madurar y volvernos personas. Quien evita el dolor evita crecer. No hay resurrección sin cruz.”

Y como mis palabras nunca serán suficientes para describir algo que desborda el alma, cierro mi humilde y sincero homenaje con los versos de José Luis Martín Descalzo, quien supo decirlo mucho mejor que yo, porque así imagino el momento en que cruzaste al otro lado de la eternidad:

“Acabar de llorar y hacer preguntas;

ver al Amor sin enigmas ni espejos;

descansar de vivir en la ternura;

tener la paz, la luz, la casa juntas

y hallar, dejando los dolores lejos,

la Noche-luz tras tanta noche oscura.”

Retazo #8 – Escrito por Karen Berniger

Para mí Noe es reírnos sin parar en la secundaria de cada apodo que ella me inventaba, entre sus favoritos Kosovo y Carmen… reírnos de mi inglés y mi pronunciación … de mis pelos siempre con frizz… una de mis anécdotas preferidas (solo para entendidas) la titulo “el hueco que tiene esa pizza» hay video… mis mejores recuerdos siempre son con su sonrisa.

También recuerdo (ya en épocas de facultad) que solíamos ir juntas y esos viajes a las 7am eran reírnos de mí todo el camino.

Así recuerdo nuestra amistad… tal vez no fuimos las mejores amigas… ni las más íntimas… aunque confieso que tengo algunas historias  que me las guardo para mí donde me buscó como su confidente…

Noe… te cuento que sigo haciendo las mismas payasadas que te hacían reír… aunque estoy segura que donde estés lo sabes…

Retazo #9 – Escrito por Estefanía Montecchio

Evocarte y pensar en los quinientos millones de cascabeles que suenan en la noche de El Principito me parecen una y la misma cosa. Fue tu risa, esa risa profunda que te achinaba aún más los ojos, esa risa contagiosa y tan sentida, lo que me quedó grabado de manera tan viva. Así te recuerdo: riendo cuando leías La cantante calva, riendo de manera cómplice el día en que Marian se levantó fantasmagóricamente a cerrar una ventana en medio de la clase de Iberoamericana, riendo cuando te referías a lo que llamabas la “ridícula” costumbre de tu papá (que yo compartía) de peinarse antes de irse a dormir… riendo siempre y tanto que sería tarea inagotable nombrar todas las situaciones que me vienen a la mente. Y con una energía tal, con unas ganas de abrazar cada instante de la vida… que me es difícil -sino imposible- no leerte entera en el poema 19 de Espantapájaros, en ese ímpetu (que te describía tan perfectamente) de aplaudir la vida como una verdadera maravilla y el más auténtico de los milagros.

Siempre me resultó incomprensible que la Noe que ponía el termo en la hornalla porque no sabía calentar agua para el mate y la mujer a la que escuchaba dar consejos y expresar opiniones de modo tan adulto habitaran en la misma persona. Te recuerdo así (y tal vez en parte es porque así elijo recordarte), en una sucesión de imágenes que te encuentran viajando a comprar libros en la camioneta de tus papás; estudiando Latín en el patio de los míos; atravesando, disfrazada, cercos con animales en uno de tus cumpleaños; preparando en el subsuelo con mirada concentrada e inteligente aquella clase sobre Banchs en la que me hacías el aguante… ávida de conocimiento, de experiencias, de vida. Cuando te pienso, las imágenes, vaivenes cíclicos, alternan con alguna otra, pero se cierran siempre en ese alegre abrazo que nos reencontró en la facultad en el 2010 y que quedaría, sin saberlo entonces, inmortalizado en mi memoria.

Retazo #10 – Escrito por María Victoria Santos

«Si no os hacéis como niños, no entraréis al Reino de los Cielos»

Era una niña. La conocimos con 17 años y tenía apenas 22 al partir. Creo que nunca dejó de ser niña. Destacaba por su belleza. Era alegre y risueña, como un cascabelito. Me acuerdo especialmente de su sonrisa y su dulzura. Pero también recuerdo su seriedad. Siempre muy responsable, estudiaba con esmero y dedicación. Sus trabajos y finales de la facu solían ser brillantes. Tenía un verdadero amor por la sabiduría que se manifestaba en sus ansias de conocer, su gusto por la Belleza y la Verdad, y su diligencia al cumplir con sus tareas. En primer año, por ejemplo, grababa las clases de Historia del Arte, por puro placer y para no perderse nada, y las desgrababa en su casa. Creo que no dejaba de tomar apuntes. Y para el final armó una carpetaza, valga la expresión. Se apasionaba.

Unas de las primeras cualidades que aprendí a conocer de Noe fueron su inteligencia, sobresaliente, y su humildad. Una vez hizo una pregunta en una clase que yo creía haber comprendido, hasta con cierta facilidad. Comenzó diciendo algo así como «no sé si yo entendí bien, pero…». No me acuerdo cómo la terminó, pero me quedó grabada porque lejos de no entender, demostraba una comprensión profunda del tema, de un modo que yo no había ni considerado, y con mucha sencillez y humildad. Otro ejemplo, palpable, del que pude ser testigo fue después de su final de Literatura Española Medieval; el cual, si no me traiciona mi memoria, se había tomado su tiempo para preparar y rendir. Me encontré con ella por casualidad en Mesa de entradas. No logro recordar el tema que preparó -algo tenía que ver con el don Juan-, pero sí que me impresionó mucho su «lucidez». Amaba su carrera y quería mucho a los buenos profesores que tuvimos.

Creo que fue hacia el 2007 que la noté particularmente cansada. Se esforzaba, como siempre, en sus estudios; pero además, como el oro en el crisol, demostraba su nobleza respondiendo con una silenciosa y generosa entrega a una prueba grande de Nuestro Señor; quien, como dice el poema de Pemán, «con inmenso amor prueba con mayor dolor a las almas que más quiere». Y Noe, sin duda, lo correspondía en su amor con su resignación. Recuerdo su mirada triste pero llena de dulzura y de bondad, como el signo más cierto de la belleza de su alma.

Quizá el recuerdo al que más me aferro es al de su cariño. A lo que me dijo su mamá mientras me daba un abrazo -¡consolándome ella a mí!-: «¡Cómo las quería a ustedes! Y así era: nos quería mucho y nosotras a ella. Y con su muerte, Dios nos marcaba y unía para siempre, dándonos un pedazo de su propia Cruz. Creo que quería enseñarnos su Esperanza. Esperanza que exige el arraigarse firmemente en la confianza de que Él, en su infinita bondad y misericordia, transforma en Luz y en Bien aún las peores cosas, aún los mayores dolores. Él hace nuevas todas las cosas en su Cruz, símbolo de su Victoria y de su Amor. Y aunque, a veces, las penumbras dificulten ver, su Fe nos permite creer en lo que no se ve. Noe era una chica buena, una buena hija y una buena amiga; y mi consuelo fue y será el poder reencontrarnos algún día con ella en el Cielo.

Retazo #11 – Escrito por Alejandra Romero

Hermana del alma sabes que mi fuerte nunca fueron las palabras, pero hoy voy a tratar de solo tomar un papel, un lápiz y mis hermosos recuerdos para poder compartirte y así sentirte un poquito más cerca…. acá al lado mío, como siempre fue y como siempre será.

Y aunque hoy no sea una de esas fechas que escogimos juntas, será nuestra elección tratar de rememorarte con una sonrisa en la cara, solo pensando en vos.

Es difícil pensar en una anécdota para describirte y siento que una sola podría quedar minúscula en comparación con tu inmensidad en mi vida. Por lo cual, si tengo que elegir algo de tantos momentos juntas, creo que sin duda elijo nuestras charlas interminables… que siempre venían con carcajadas incluidas, con llantos, reflexiones, con silencios cómplices, también podía traer algún enojo, pero cuanta pena valía… como se extrañan. De todo se podía charlar y nuestra confianza lo era todo. Claramente hoy serían otras y seguro que con el pasar de los años podríamos haberlas disfrutado cada día más, y con ellas crecer juntas. Pero hoy me voy a detener en esas hermosas cosas que compartimos y esa preciosa persona que pude conocer con tanto parloteo… mencionarles un poco de aquellas nimiedades que compartimos juntas en tantos años; les cuento de su profundo gusto literario que logró contagiarme y llevarme a amar los libros, entre ellos tengo presente como disfrute cuando me recomendaste “A Sangre fría”; nuestro amor por la peli Orgullo y perjuicio, claramente las dos queríamos un Señor Darcy en nuestra vida; me contagiaste tu gusto por el color verde; el placer de poder disfrutar un te juntas, pero no cualquier marca, nuestras tardes con un “Inti Zen” de por medio; nuestra locura por Floricienta que seguramente hoy estarías viendo la repetición conmigo; algunos gustos musicales compartidos como Fabi Cantilo, mostrarme quien es la genia de Alanis Morissette, La vela puerca, Ricardo Arjona…. Bien variadito lo nuestro y que hermosos recitales juntas pudimos compartir….

Y aunque en el cole nos han dicho que éramos las “Nu y Eve” porque siempre estábamos y hacíamos todo juntas, no todo era similitudes, entre nosotras; tu gusto musical por Babasónicos, Oasis, Red Hot Chili Peppers, Lenny Kravitz entre otros… y a mi mucho mas de Fito no me sacabas; mi gusto por los perros/ gatos pero nunca fueron tu fuerte, siempre quedara en mi mente la imagen tuya corriendo y atrás un cachorrito insignificante (el jugando y vos huyendo) …. salvo uno que te robo el corazón, que terminamos adoptando y llevando al colegio; tu facilidad para el ingles y mi poco talento para el mismo que quedo demostrado en un karaoke que hicimos juntas donde quisiste que cantemos “I will survive”…. pero tu risa valió la pena cada segundo de la canción; tu habilidad para las letras que no era la misma para los números y yo que era exactamente a la inversa; y tantas cosas mas que si bien nos hacían muy distintas, nosotras escogíamos elegirnos todos los días.

Y así es como trato de pensarte hoy con tu luz, tu alegría, tu sabiduría, tu magia que a este mundo tanta falta le hace… Y para acompañar mis recuerdos hoy elijo esta foto de hace tanto años, porque siempre fuiste, sos y serás mi gran compañera de ruta y siempre estarás grabada en mi corazón como mi pequeña hermana Nolita. 

Retazo #12 – Escrito por Ana Benger

Me costó decir que sí a esta propuesta de @inuliesquotes, no porque me cueste escribir y no porque no tenga nada que decir. Me daba miedo sentarme y solo tener cosas dolorosas para escribir.

Estuve toda la semana pensando en lo que diría y me di cuenta de que cada vez que la pensaba a Noe, lo primero que veía era su sonrisa, grande, dulce e intacta. Y cada vez que ella sonreía, sonreía también yo.

Nuestro vínculo era en la risa. Siempre nos festejábamos los disparates la una a la otra.

Me encanta pensar en cómo llevaba con orgullo el sobrenombre ridículo que le puse, que no era despectivo ni feo, era simplemente ridículo.

Me encanta pensar en su dualidad, y ver a esa nenita que cuando vino a visitarme unos días, dejaba que yo le hiciera la cama a la mañana, porque ella no sabía hacerla. Y me causa gracia que haya sido la misma persona que me contuvo durante horas luego de la primera noche del único retiro espiritual que hicimos juntas (ella era todo una experta en el tema, a mí, claramente, me sorprendió que me generara tantas emociones).

Me encanta pensarla, me encanta saber que a pesar del poco tiempo que tuvimos, voy a tener recuerdos que no se van a gastar nunca. Por supuesto que son recuerdos llenos de nostalgia, pero la nostalgia tiene su parte de alegría y la de ella era tan grande que logra con luz, opacar todo lo demás. 

Gracias, Noe, por lograr hacerme sonreír una vez más.

Retazo #13 – Escrito por Belén Sánchez Parodi

Desde el momento en que la conocí, quise ser su amiga. Tenía algo especial. Gracias a Dios, esa amistad se consolidó. Anécdotas graciosas hay muchísimas. Noe era por sobre todo una personita alegre, divertida, inteligente y muy profunda. Y algo muy importante y no menor, le deseaba el bien a todos.

Una vez íbamos caminando en direcciones opuestas por uno de los pasillos de la facultad y nos chocamos literalmente con todo el cuerpo, por lo que terminó siendo un abrazo más que un accidente. Los papeles y cuadernos que llevábamos salieron volando por los aires. Fue épico. No podíamos parar de reírnos. Las dos muy despistadas y cada una en su mundo, claramente.

Otro episodio imposible de olvidar y que, por si fuera poco, terminó definiendo mi título de profesora fue el último día que teníamos para decidir si cursar el Profesorado en Letras o quedarnos solamente con la Licenciatura. Yo estaba muy indecisa. Noe me enumeró todas las ventajas de hacerlo y el plus de que seguiríamos cursando juntas un año más. Pero, fiel a mi temperamento, yo seguía titubeando, aunque inclinándome más hacia el sí. Ella lo sabía muy bien y, por eso, me dio un ultimátum: “Bueno, me tengo que ir, pero te dejo mi credencial para que nos anotes o no a las dos”. Tiempo después, se convirtió en una excelente profesora, muy querida por todos sus alumnos. Noe era muy soñadora, pero también tenía los pies sobre la tierra. Siempre con el consejo atinado en el momento justo.

El último día que la vi, tuve la suerte de quedarme sola con ella en la facu y volver caminando juntas hasta la parada del colectivo. Hablamos sobre las situaciones de la vida en las que estábamos y me dio unos consejos tan sabios que se grabaron en mi memoria para siempre. Nos despedimos con un abrazo Michelin, porque ella llevaba esa campera gris inflada que tanto la caracterizaba. Pero, como bien sabemos, no fue un Adiós, sino un Hasta luego. ❤⚘🙏

Retazo #14 – Escrito por Paula Maru

Pensá en Noe, una anécdota, una descripción… ¡menuda tarea!

La pienso, pero ya no con mis 34 años, la pienso, la recuerdo y la veo con mis 23. Se me aparecen palabras, aparentemente sueltas pero su figura las condensa y unifica asombrosamente.

Pienso en locura, ¡claro que éramos chicas! Canciones interpretadas a viva voz desde Floricienta a Gloria Gaynor, siempre acompañada de una coreografía de ensueños, desplazándose por todo el lugar, entre saltos, vueltas y sus rulos al viento dando una diminutas hebillas de moños se esforzaban por mantenerse prendidas en su lugar.

La recuerdo concentrada simulando una seriedad que la más de las veces le requería demasiado esfuerzo. Su corazón era dulce y siempre asomaba una sonrisa cómplice y traviesa especialmente cuando impostaba un reto.

Nos recuerdo en su habitación, mostrándome libros, contándome de Garcilaso, de Góngora embelesada y deslumbrada por todo el mundo literario que se le aparecía ante sus ojos devoradores.

La recuerdo así, ecléctica. Un caos ordenado. Ella fue para mí el mismísimo tohu va-bohu, en el que uno se sentía convocado, atraído y encontraba un espacio para ser parte integral de su ser.

Retazo #15 – Escrito por Josefina Olivero Vila

Hay 3 momentos que recuerdo con Noe que de alguna manera la representan. La primera es el día que rendimos el final de Historia del arte. Me acuerdo de la carpeta que había preparado junto a su mamá. Me parece que ese momento habla de la conexión que tenía con ella. El segundo momento fue muy poquito tiempo antes de su partida. Cada año, cuando se hace la peregrinación a Luján, recuerdo que ella iba. Había tenido el detalle de preguntarme si quería que rezara por algo puntual allá. Ese momento me habla de su fe. El tercer momento tiene que ver con algo que me impactó después de su partida y fue la foto que dejó en su perfil de Facebook. Es la imagen del Papa Juan Pablo II abrazando a su agresor. Esa imagen de alguna manera es para mí el mensaje más grande. Me habla de su grandeza de espíritu y su bondad. Esos tres momentos son como las imágenes de una película y la banda sonora es su risa.

¡GRACIAS!

Fue una semana muy movilizante por la inevitabilidad del paso del tiempo y del dolor que sigue ahí, a pesar de todo. Pero esta iniciativa logró su objetivo: nos trajo recuerdos variados y detalles tan pequeños como grandes que nos hicieron sentir cerca a la Noe que vivió entre nosotras. Con este patchwork de homenaje pudimos poner en el mundo digital la otra cara de Noe Delic, que hacen contrapeso con las noticias policiales que saltan en la web cuando se busca su nombre. Logramos inmortalizar esa Noe hecha de recuerdos, que sigue ahí viva dentro de cada una de nosotras.

¡Gracias a todas por sus plumas!

@o0_berni_0o
@anabenger
@stmont
@beluchi.sp
@ale.apostolu
@elianasrg
@paulavmaru
@cabomarianade
@pepioliverovila
@carito13_arg
@karenberniger
@jules.saw
María Victoria Santos
Nadia Arias

Y gracias a los fieles lectores por haber estado del otro lado y haber compartido con nosotras todas nuestras emociones.

Exactamente un año antes de irse Noe subió a Facebook una nota y nos etiquetó a varios de sus amigos. Resaltó esta frase porque le hacía pensar en nosotros «aquellos seres que hemos amado un día y a los cuales debemos lo que somos». Creo que con este patchwork quedó claro que los que le debemos mucho a ella somos nosotros.

2 comentarios

  1. Inés María Agosta: Disculpa si me asomo a este ejercicio íntimo de encomio y de belleza surgido de la indignación y la tragedia. Que me disculpen las autoras que participaron si me atrevo a leer la tinta de su corazón. Asombroso, inefable, estremecedor, catártico: Palabras insuficientes que me llenan la cabeza al terminar su lectura. Noelia fue genial, no me queda duda; espero que su asesino no reciba el mismo trato de la justicia que le brindó el Papa; porque ella lo dijo sabiamente -y su voz apaga la mía- «vivir es ver volver»…

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  2. Maravillosa entrada; que es una Oda a la amistad mas profunda. Un sentido homenaje hacia una mujer, que supo ganarse el amor de sus pares y que seguramente al leer las letras de cada una de sus amigas, estallara con su risa achinada y desde su alma buena, les enviara imperceptible un beso en cada mejilla. Un cálido saludo a Uds. por todo lo que han sabido transmitir.

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