Bautizar a mi hijo es quizás una cuestión de Fe. En estos días en que se acerca la tan esperada fecha me pregunto ¿qué es lo que le quiero transmitir con este sacramento? Y la respuesta que automáticamente se me viene a la cabeza es: una herramienta.
No quiero que mi hijo el día de mañana crea en Dios solo porque yo creo en Dios. Ni que tenga miedo de ser malo por ir al infierno. Ni que piense que no hay nadie en el mundo más importante que el Papa, o que crea ciegamente en los sacerdotes solo por el rol que ocupan.
Yo lo que deseo es que él encuentre en la Fe el sostén que encontré yo. Que cuando pierda a alguien tenga la certeza que yo tengo de que esa despedida es solo un «hasta luego». Que encuentre en la misa un espacio de reflexión y de comunión. Que cuando tenga esos miedos que lo hacen a uno sentirse tan desprotegido encuentre la calma en un Padre Nuestro o en un Ave María.
Quiero darle algo que dure más allá de mi, que no dependa de nadie más que de él mismo. Que encuentre adentro el apoyo que necesite para seguir cuando afuera todo sea caos. Que tenga la certeza de que no está solo y de que hay alguien más grande que nosotros que cuida y da sentido a nuestros pasos.
Esos pasos hoy me llevaron a cruzarme con un cura que en su sermón dijo una frase que resumen mi sentimiento a la perfección: «La Fe no se impone. La Fe se propone.»
Inés María Agosta 