
Somos campeones del mundo. Por primera vez en mi vida puedo decir eso. Este año vivimos el mundial con mucha emoción: los chicos practicaron números y banderas completando el álbum de figuritas y analizando el fixture todas las mañanas. Cada partido fue una fiesta que pudimos disfrutar con distintas personas queridas. Recibir, comer rico, gritar, emocionarnos, llorar (porque, salvo en las semis, siempre hubo algún llanto).
En otros mundiales me acuerdo de haber pensado «Messi solo no puede. Aunque sea el mejor jugador del mundo, necesita un equipo que lo acompañe.» Me acuerdo de los que se destacaban y los que quedaron estigmatizados. Me acuerdo de la sensación de que costaba llegar y de no poder alcanzar esa meta tan preciada.
Este año fue distinto. Los defensores, defendían; los volantes hacían pases y definían; Messi y el -dibu hacían su magia. No tengo el conocimiento suficiente como para saber si fue Scaloni, si fue Messi al mando de un grupo que siempre lo admiró, y no lo tomó como una competencia sino como un líder. No sé exactamente qué fue, o si fue en realidad el conjunto de muchas cosas como sucede a veces cuando los astros se alinean, el esfuerzo da sus frutos y los sueños se alcanzan.
¿Qué me gustaría que recordaran mis hijos? La emoción conjunta. La excusa de reunirnos para tirar todos para el mismo lado, que en un país lleno de grietas, eso cada vez es más raro. La forma en que el fútbol une a todos los estratos sociales, que atraviesa todas las generaciones y que no distingue entre hombres y mujeres. De los festejos que vimos el domingo en el obelisco… ojalá no se queden con las personas arriba de los árboles, semáforos, techos, o las paradas del metrobus. Tampoco con el gesto obsceno que hizo el Dibu cuando recibió el premio ni porque el país entero pare un día completo por una caravana que se extiende unos pocos kms. La realidad, no es con esa Argentina con la que me identifico. Pero sí con Messi, campeón del mundo, sacándole una foto a Antonella, su gran compañera. Momento en familia como si ninguno de las millones de personas que estábamos mirando estuviéramos mirando. Messi ganó, festejó y se sentó a disfrutar y contemplar el momento acompañado de los suyos. Creo que admiro más a Messi por la sencillez que mantiene más allá del éxito que logra, que por sus logros en sí. ¿Y ustedes? Los leo.