Loros parlantes

Cuando conocí a Adri en el taller de Carlos Gianni y Mariano Moruja, ella trabajaba como secretaria (estoy casi segura de que ese era su puesto) y hacía teatro solo como un hobby. Yo tenía 18 años y estudiaba Letras. Ella tenía algunos más y dos hijos. Las etapas de nuestras vidas eran completamente distintas. Pero ahí estábamos, nutriéndonos del teatro musical para aprender a vivir.

Ese taller era distinto a todos los otros espacios de teatro por los que había pasado. No había exitismo, ni notas altas a las que llegar, ni ambiciosas elongaciones que alcanzar. Solo teníamos que poner el corazón en lo que estábamos haciendo. Adri era bajita como yo, y siempre pero siempre estaba contenta. Es imposible remontarme a esas épocas sin acordarme del brillo de su sonrisa. Me miraba con cariño, me confió historias tristes y me hizo parte de sus alegrías. Nunca me sentí chica al lado de ella. Siempre me sentí especial.

En los 3 años del taller de Teatro Musical, fui testigo del principio de la transformación de Adri. El teatro dejó de ser un hobby para ella, empezó a llamarse a sí misma «actriz» y a verse realmente feliz. Más adelante, gracias a las redes, vi cómo Adri ayudaba a otros a que brillaran también, a que salieran de la casilla donde estaban solo por tener síndrome de down. Esos «Loros parlantes» se me aparecían en las fotos con la misma sonrisa brillante de mi excompañera de teatro.

Hace unos meses Adri me escribió para contarme más sobre su proyecto y me gustó tanto que le conté de él a Flori y a María quien les hizo esta nota hermosa para La Nación completamente inspiradora para el que la lea. Qué importante que es saber que nada te condiciona para siempre, que está en uno buscar las herramientas para ser feliz. Pero claro que las manos mágicas de personas como Adri nunca vienen mal para dar ese empujón. ¿Vos fuiste una mano mágica para alguien alguna vez? Si la respuesta es no, supongo que todavía hay una gran zanahoria que perseguir. ¿Y quién fue esa mano para vos? ¿Esa persona lo sabe? Agradecer, siempre, agradecer. Gracias, Adri, por ser una gran inspiración para mí y para esos tantos «loros» que te rodean. Me pone feliz que nuestros caminos se hayan cruzado alguna vez.

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