
¿Cuánto se tiene que saber, leer, investigar para poder escribir un libro así? Muchísimo. Siento que la autora nos regale permanentemente un poco de su conocimiento con una pluma magistral. Porque las obras como esta que tratan sobre personas reales, nos impulsan a conocer más sobre esas historias. Entonces el libro deja de ser algo plano, autoconclusivo, sino que se expande en un montón de cosas que pueden inspirarte y te pinchan la curiosidad para ramificarse.
Con «Así los trata la muerte» María Rosa Lojo nos trae «voces desde el cementerio de la Recoleta» divididas en relatos que pueden leerse por separado pero que juntos forman una gran reflexión histórica y existencial a la vez. A los protagonistas de cada relato (al menos a uno de ellos) los une el yacer en el emblemático cementerio Recoleta. Pero con cada historia Lojo nos trae un planteo distinto sobre qué es la eternidad y las diferentes maneras en que puede ser imaginada. En algunas hay contacto entre dos almas que no se vieron nunca pero que las unen ciertos elementos en común de su vida terrenal. Puede ser a través de cartas o de un encuentro en algo parecido al Más Allá. En otras son almas que de alguna forma reencarnan. En otras historias un alma muerta se comunica con un alma viva, también a través de cartas o de sueños. Pero en todas las historias la idea que subyace es que en la eternidad seguiremos aprendiendo o resignificando lo que vivimos en la tierra. En las diferentes formas de imaginar ese tiempo «sin tiempo», Lojo crea escenarios cargados de imágenes olfativas, auditivas y visuales que nos ubican en un espacio diseñado para que cada alma haga su propio proceso. De hecho, esas ideas pueden resumirse en lo que Bebita le dice a Macoco en el último relato «Cada uno hace un Infierno o un Cielo a su medida». No pueden faltar las referencias a Dante ni a Dickens, en este hablar de la eternidad que todos desconocemos pero que, a los ojos de Lojo, está cargada de aventuras y de crecimiento personal. También las referencias a lo corpóreo y lo que se desvanece me parecieron brillantes.
Son tres los relatos que más me gustaron. «El rey del fuego» me pareció excelente: un encuentro en el Infierno entre José María Calaza Couso, jefe e inspector general de los Bomberos de Buenos Aires fallecido en 1913, y ¿adivinen qué emperador romano que se lo vincula con el fuego? Las comparaciones entre los roles que cada uno tuvo en la tierra, los dos puntos de vista y cómo imagina Lojo el castigo de ese emperador, me parecieron excelentes. No conocía a Calaza y por supuesto me di una panzada googleandolo. El otro que me encantó es «Victoria en la ínsula de Fani», una idea de eternidad ligada a los roles de la tierra con ciertas reivindicaciones y en la que la relación casi de madre e hija entre Victoria Ocampo y quien estuvo al servicio de su casa, Fani, se profundiza aún más. Pero mi relato favorito sin dudas es el último. Martín Máximo Pablo de Álzaga Unzué (o más conocido como «Macoco») pasa de la habitación del hospital a lo que cree que es su Paraíso sin escalas. Pero éste resulta ser su Infierno, y en la inversión de roles va a descubrir cómo hizo sentir a otros. Este relato tiene tres partes. En la segunda presencia el Paraíso de su prometida Bebita en donde también va a aprender mucho hasta llegar a la última parte. Lejos del ruido y de las risas Macoco va a encontrar finalmente su verdadera eternidad ligada a una de sus pasiones.
Al terminar de leer este libro pienso dos cosas. Una, que es una joya literaria que espero que las generaciones futuras sigan leyendo y analizando. Y la segunda: ¡qué honor que Lojo sepa tanto de tu vida como para recrear aunque sea una parte de lo que imagina es tu eternidad! La fuerza que tiene la literatura no deja de sorprenderme.