[Este cuento forma parte de mi iniciativa literaria #ContemosJuntos. Claritafiallo eligió el nombre del personaje principal, loli_cash el sentimiento que lo mueve, pepioliverovila la palabra clave del título y fue natie_simone la primera en responder la pregunta sorpresa de esta edición «¿qué mascota tiene el protagonista?». Espero que lo disfruten 🤗]
«Hasta acá llegamos». Las últimas palabras de Julieta resuenan en la cabeza de Manuel como un eco. Aunque ya no quiere acordarse de ellas, vuelven a él una y otra y otra vez. Parece como si su mente quisiera acelerar el olvido de ella recordándole por qué debería olvidarla en primer lugar. Pero el caso es que ya pasaron varios días y ese eco doloroso y punzante no desparece. El olvido parece estar perdiendo la batalla.
Rocky se mete entre las piernas de Manuel para atraer su atención. Golpetea con su cola la silla del comedor y saca la lengua con ternura, esperando que esta vez sí repare en él. No pide mucho, solo un poco de comida extra. Después de todo es un cachorro en plena etapa de crecimiento. O al menos eso solía decir Manuel cada vez que daba algún premio dulce. Pero hace ya varios días que su dueño está distante y cada vez sus intentos por llamarle la atención duran menos. De a poco Rocky se está resignando.
Manuel da un sorbo al mate, que ya se enfrió demasiado, y con una expresión de asco se levanta para tirarlo. Ya de nada sirve volver a ponerle agua caliente. «Otro desperdicio» piensa Manuel, en parte por la yerba que se está yendo por la basura; y en parte por el tiempo que se fue con otra relación fallida. ¿Es que fue eso una relación?
Claro que no piensa volver a escribirle. Es demasiado orgulloso para eso. La posibilidad de rebajarse ni siquiera está en sus planes. Pero, no sabe por qué, ese eco sigue resonando adentro de él. ¿Será que por primera vez está sintiendo los reales síntomas de un duelo?
«Voy a sacármelo de adentro» se dice a sí mismo en un rapto de resolución pensando en el eco como su único enemigo «y solo hay una manera de hacerlo».
Manuel va directo al supermercado. Con bolsa de tela en mano empieza a agarrar toda la comida chatarra que encuentra por el camino. Ahora es otro el eco que escucha «Que comas eso es autodestructivo». Con ímpetu guarda las cosas una a una buscando así hacerle frente a ese otro eco. Si se enfoca en ese que es más fácil de combatir, piensa, quizás desaparezca el otro, el que realmente duele.
Con orgullo va a la caja. Una vez que la cajera pasa todos los códigos de barras, Manuel está por contar el efectivo pero después recuerda que es la oportunidad perfecta para combatir otro eco de Julieta, y saca la tarjeta de crédito. «Te llenás de deudas que no podés pagar» le había dicho en más de una ocasión. Antes de darle la tarjeta a la cajera pide dos atados de cigarrillos. Detrás de una coraza de orgullo Manuel fuerza una sonrisa pensando que ahora ya no tiene por qué importarle lo que ella crea.
Llega a su casa, da parte de enfermo en el trabajo y se acuesta en el sillón. Tampoco le importa ya demasiado seguir peleando ese ascenso. Lo que no pueda contarle a ella, ya no tiene sentido.
Entre paquete y paquete que abre de snacks, les clava el visto a sus amigos y rechaza sus llamadas. No quiere contarles que otra vez fracasó, que otra mujer lo dejó por difícil. ¿Es que realmente eso fue una ruptura? No quiere ni volver a repasarlo. Rocky liga mucha comida de esas raras y super saladas que su dueño come ahora. No es que no disfrute la falta de tope de su comida extra, pero le gustaría que su dueño no estuviera tan distante.
El teléfono vibra y Manuel lo busca con desgano entre la basura y los restos de comida. Ve un mensaje. Es de Julieta. «Hola Manu, hoy venís a la sesión? Ya estoy en el Zoom pero no te veo». Manuel salta del sillón. ¿Ya es martes de nuevo? No se había percatado. Pero ¿cómo? ¿No lo había dejado?
«Ya voy» le responde, buscando ganar tiempo para ordenar el desastre que tiene en el living. Recién ahora se da cuenta de que pasó una semana encerrado en sí mismo. Rocky mueve la cola: no puede creer que su dueño se haya levantado del sillón.
Manuel despeja la mesa y apoya la notebook mientras intenta acomodar el pelo que, después de varios días sin lavar, ya se volvió pajoso. Descubre una mancha de alguna sustancia rara en la remera y se la cambia rápidamente mientras está entrando en la videollamada por Zoom. En los últimos segundos que le quedan antes de ver aparecer a Julieta respira hondo: es clave parecer calmado.
«Hola Manu» le dice Julieta con calidez. Manuel desconcertado no sabe cómo su orgullo puede responder a ese saludo. «Pensé que ya no íbamos a vernos» le escupe como queriendo poner un escudo entre ellos antes de caer en la trapa de ablandarse. «¿Por qué no íbamos a vernos?» «Lo último que me dijiste el otro día fue «Hasta acá llegamos». Justo cuando… bueno ya sé que puedo ser difícil…» mientras su coraza se va cayendo, él sigue diciendo «Pensé que… habías tirado la toalla conmigo». Julieta le sonríe. «Eso no va a pasar. Me refería a la sesión, hasta ahí habíamos llegado, y el tiempo de Zoom me cortó la llamada. Pensé que lo habías imaginado.» Espera a que Manuel asimilara su malentendido. «Esto es justo lo que charlábamos el otro día. Te sentiste herido y te encerraste. No voy a preguntarte qué es ese resto naranja que tenés en la boca porque me lo imagino. Tampoco voy a hacer referencia al encendedor que se ve en el estante de atrás. Solo quiero que veas cómo una sola herida te encierra. Y cómo podés lastimarte más sin darte cuenta.» Después de un rato de silencio le dice «Yo estoy acá. Estamos comprometidos en este tratamiento. Yo no soy una novia, no me voy a ir. Soy una profesional que está acá para ayudarte. Podés tirarte tranquilo. Yo te sostengo». Manuel sonríe, y con la sonrisa le vuelven las ganas de salir adelante. Mientras sigue hablando con Julieta con una mano lo busca a Rocky abajo de la mesa. Ahí está él también, atento, pendiente, incondicional. Manuel respira profundo: cuando las heridas sanen, su coraza se va a caer del todo. Ahora está seguro de eso.
– Fin –