Luli tiene un tono de voz calmo. Solo con hablarte ya te está haciendo una caricia. Claro que ese tono no significa que todo lo que diga sea fácil de escuchar. Como buena amiga que es, siempre siempre siempre te va a decir la verdad. Pero es en esos momentos donde su tono de voz te hace sentir todavía más contenida.
Luli ropió los moldes que le habían puesto en nuestra secundaria mínima y llena de opinólogos. La chica 10, brillante e intelectal, había elegido una carrera no tradicional, difícil de predecir y de encasillar. Pero ella tenía bien en claro que eso era lo que ella quería estudiar, sin importar si el día de mañana tenía que trabajar de otra cosa para sustentarse. Hoy, a fuerza de ladrillos de esfuerzo y de sudor, tiene un carrerón, un nicho, una especialización, conceptos firmes y mucha proyección. Es una diseñadora de indumentaria que ama lo que hace y no hace nada que no ame.
Luli es mi hermana. No hay otra forma de definirla ni nunca la va a haber. Compartimos la costumbre de las cartas de puño y letra. Fue una de ellas, la que recibí cuando fui mamá por primera vez, la que me hizo elegirla como madrina de mi segundo bebé. Y ahí quedó sellada (si aún faltaba hacerlo) nuestra amistad.
Luli es un verdadero tesoro. De esas amigas que no se encuentran fácilmente, que te llenan siempre de amor, y que nunca querrías dejar ir.
¡Feliz Cumple a mi gran hermana del alma! Me guardo ese gran abrazo típico nuestro, con descanso de cabeza y caricia en la espalda, para darte cuando finalmente nos podamos volver a ver. ¡Te adoro!