[Esta charla la preparé para el encuentro del 22 de octubre del 2020 junto con RedWim – Para ver el video de la charla hacé click acá.]
Gracias, Solange, y todo el equipo de RedWim por haberme dado este espacio hoy para contar mi experiencia como madre trabajadora.
¿No sienten que como mujeres nos la pasamos dando explicaciones?
Siempre pienso que tuve la suerte de nacer y crecer en un hogar donde me educaron con la certeza de que tener una carrera profesional era importante y con la confianza de que podía emprender cualquiera que me gustara. Incluso cuando mi idea era seguir por el lado de la actuación, mis padres me impulsaron a hacerlo en un contexto académico donde finalmente descubrí que no era lo mío.
El caso es que de chica jamás se me cruzó por la cabeza que ser mujer pudiera limitarme en nada que quisiera hacer. Mi hermano varón y mi hermana y yo teníamos exactamente los mismos estímulos y oportunidades.
Mi primer baldazo de agua fría, en cuanto a las desigualdades de género que existen en nuestra sociedad, se dio en mi primera entrevista de trabajo. Asistí al departamento de un hombre que en teoría tenía una revista y buscaba una redactora. Para mí, que recién había terminado de cursar la carrera de Letras, representaba un sueño dorado. Sin embargo todo se desmoronó hacia la mitad de la charla cuando me di cuenta de que lo que el hombre me estaba ofreciendo era ser, básicamente, su acompañante. Quiso tentarme con la propuesta de que trabajando para él podría asistir a eventos, recibir ropa gratis y tomar champagne. Todo lo que una aficionada a las bibliotecas como yo podía desear, ¿no? Cuando le pregunté cuál sería la remuneración me dijo que podía empezar trabajando gratis los primeros 6 meses y que después veíamos, que no me olvidara de que la ropa y el champagne que iba a recibir era mucho.
Siempre me pregunto cómo hubiera sido la entrevista si el entrevistado hubiera sido un hombre ¿lo hubiera intentado tentar a él también con champagne y ropa costosa? Probablemente ni siquiera lo hubieran convocado por saber que a él sí tenían que pagarle de verdad. Recién entonces, en mi primera salida al mundo laboral, me di cuenta de que ser mujer implicaba tener que derribar muchas barreras. Me pasó que otra mujer en otra entrevista laboral me dijo que quería que la Comisión Directiva de la empresa me conociera para que viera que era, algo así como, presentable. Una vez más me sentí un caballo de carreras que tenía que mostrar los dientes para que lo acepten para desempeñar una profesión que nada tiene que ver con la apariencia.
Después de desempeñar mi primer trabajo durante dos años y medio, me fui a estudiar afuera por un Summer Term y, cuando volví, empezó otra vez mi intensa búsqueda laboral. Ahora ya contaba con el título de Licenciada, experiencia laboral previa y artículos publicados en diarios y revistas. Pero no había tenido en cuenta un factor que al parecer es determinante para aceptar o no una mujer para un puesto de trabajo: la edad en la que se encuentra. Una mujer que está “en edad de ser madre” es mal vista por un empleador porque pareciera ser sinónimo de “inminente licencia por maternidad”. ¿Había que salir a convencer a todos que no quería ser madre cuando en realidad era el objetivo que más claro había tenido toda mi vida?
Otra vez me di cuenta de que siendo mujer hay que reprimir, forzar, aparentar con tal de parecer lo más “hombre” posible y tener las mismas oportunidades que ellos ante una misma búsqueda laboral.
Pero una vez que fui madre me di cuenta de que esa predisposición que tenemos a apagar nuestro costado femenino para encajar en un mundo laboral dominado por hombres no es solamente injusto sino completamente contraproducente. La maternidad es tan natural como cualquiera de nuestros otros aspectos humanos. Y querer coartar a una mujer que quiere ser madre solo por conveniencias económicas, prácticas o de lucro es quitarle la posibilidad de que pueda desarrollar ese costado que es capaz de empoderarla aún más.
“¿Pensás embarazarte?” ¿Qué nos están diciendo con esa pregunta cuando nos la hacen en un contexto de entrevista laboral? Muchísimas cosas. Por empezar, que tenés que rendir cuentas de las decisiones que tomes o no a nivel familiar y personal. Una vez más me pregunto ¿le habrán hecho a algún hombre alguna vez una pregunta por el estilo? Por otro lado nos están dando un mensaje claro: no solo que si pensamos embarazarnos no nos van a tomar y que por ello debemos ocultar lo que realmente queremos contestar, sino también que el embarazo y la maternidad significan una limitación para la mujer que quiera desarrollarse profesionalmente.
Creo que más allá de cómo uno lo viva, ser madre es un antes y un después para cualquier mujer. En mi caso siento que me dio el impulso y la confianza para lanzarme a hacer lo que realmente me gustaba hacer, a escuchar mi vocación y no seguir en la zona de confort.
Cuando fui mamá por primera vez tenía un buen trabajo en una buena empresa de software donde, por lo general, la maternidad no era vista como una limitación. Pero cuando planteé que mi intención era trabajar desde casa la mayor parte de los días de la semana, como muchos programadores ya lo hacían desde antes, para poder cuidar a mi hijo, la respuesta de la jefa de mi jefa fue que le daba cierta desconfianza porque no sabía cómo iba a poder hacer yo para trabajar cuando mi hijo comenzara a gatear. Lo que más me llamó la atención de este comentario machista era que proviniera de una mujer y madre de dos hijos. Entonces me vi de nuevo en la posición de tener que dar explicaciones: no, no quería que alguien más cuidara a mi hijo y sí, sabía que podía hacerlo. Finalmente terminé renunciando a ese trabajo antes de volver de mi licencia por maternidad porque en paralelo me salió un trabajo en SheWorks! una empresa de talento pensada especialmente para mujeres que son madre y que quieren seguir trabajando desde sus casas. En ese momento estaba solo en un proyecto grande, pero con el tiempo llegaron otros y, sobre todo, mi confianza me permitió crecer por mi cuenta independientemente de la mirada de escrutinio de los demás.
Hoy quiero contar mi experiencia para intentar inspirar con ella a mujeres que ya sean madres y que estén intentando buscarle la vuelta a su profesión o mujeres que quieran ser madres y no se animen a serlo porque hayan creído que la maternidad tiene las limitaciones que los demás nos quieren hacer creer.
¿Qué rasgos míos descubrí con la maternidad?
El parto fue lo más difícil que viví en mi vida, por el dolor, la intensidad y el saber que el esfuerzo que yo hiciera en ese momento iba a determinar en gran medida la salud de mi hijo. En realidad esa responsabilidad ya la sentía desde el embarazo, pero el momento del parto fue todavía más significativo. En su momento lo comparé con hacer abdominales pero en un contexto en el que no podés decir “hasta acá llegué” y tirarte a descansar. Una tiene que dar lo máximo posible desde lo físico y desde lo emocional para poder acompañar el nacimiento saludable de su hijo.
¿No es acaso esta experiencia épica motivo para empoderar a cualquier ser humano?
Una vez que pasé el parto me sentí capaz de enfrentar cualquier cosa. Me di cuenta de que tenía la fuerza para hacerlo, de que era capaz de soportar una situación extrema y de relegarme a mí por pensar qué era lo mejor para el otro. Fueron todas cosas que hasta el momento nunca había tenido que pensar seriamente.
- EMPATÍA. Ponerme en el lugar del otro cuando el otro no puede ni siquiera comprender y menos todavía expresar lo que siente o lo que le pasa. Me acuerdo de pensar por primera vez qué podía sentir un bebé cuando saliera al mundo del lugar seguro del vientre.
- PACIENCIA. Especialmente cuando los hijos son bebés que dependen completamente de nosotras, más todavía si se alimentan solo de teta, son momentos en los que se ejercita mucho la paciencia. De hecho creo que el embarazo te enseña a ser paciente: en un mundo en el que todo es inmediato, que los cambios son abruptos, que la tecnología está a disposición de acelerar los tiempos de todo, el embarazo sigue durando 9 largos meses y en todo el proceso tenemos que ser pacientes para saber cómo va evolucionando y cómo efectivamente nacerá el bebé en el momento del parto.
- CAPACIDAD DE SOBREPONERSE. No importa la mala noche que hayamos pasado, las horas sin dormir que hayamos acumulado, los dolores del parto que tengamos, tenemos que encontrar las fuerzas para levantarnos y no solo seguir adelante con el día sino además cuidar de ese ser pequeñito que necesita de nosotros. El otro día una compañera de trabajo me decía que estaba irritable porque, a raíz de un proyecto grande, hacía días que dormía poco y que comía mal. Pensé entonces en cómo la maternidad nos prepara para trabajar en esas situaciones extremas, porque, al fin y al cabo, estando mal dormidas y muchas veces habiendo pospuesto nuestras necesidades básicas, muchas veces podemos igualmente llevar adelante un día exitoso en cuanto al cuidado de nuestros hijos.
- OPTIMIZACIÓN DEL TIEMPO. Siempre fui organizada, pero siendo madre aprendí a exprimir todavía más ese rasgo. Hay un momento para cada cosa y hay que ser efectivos en el uso de cada uno. Las rutinas son claves para el crecimiento de los chicos, y el orden sirve también a los padres. También este ejercicio de hacer efectivo el tiempo disponible me resultó sumamente útil a la hora de organizar un trabajo y calcular los plazos.
La explosión de mi creatividad
Cuando fui madre me di cuenta de que la vida no te espera: la vida sucede. No hay un momento ideal para hacer las cosas que nos gustan. No existe el momento perfecto para emprender el camino independiente, lejos del status quo y la tranquilidad del mundo corporativo que tantas explicaciones nos exige a las mujeres (querés ser madre, cuándo, cómo, cómo te vas a organizar, etc.).
Me animé a lanzarme por mi cuenta cuando el impulso fue poder estar en mi casa cerca de mis hijos y verlos crecer. Claro que con el tiempo necesité ayuda para que ellos pudieran tener sus horas de juego mientras yo tenía mis horas de trabajo. Pero siempre estando cerca y espiando cómo iban creciendo y a la vez dejándome las tardes para disfrutar con ellos. Ese fue el esquema que me sirvió a mi y con el que pude cumplir con mis clientes y disfrutar de mi rol de madre con el que siempre había soñado.
Pero vino la pandemia del COVID-19 y la cuarentena cambió los planes de todo el mundo. Dejé de tener ayuda en casa, pasé a ocuparme también de la limpieza pero además tuve que organizar un hogar en donde las reuniones de trabajo del padre pasaron a formar parte del día a día de todos los integrantes de la familia. Nuevas pruebas como madre de familia y como profesional. ¿Era el fin de mi profesión? ¿Debía dejar ir a mis clientes y rechazar las nuevas oportunidades que me surgían? Lejos de eso y a pesar del caos que significaba que los 4 estuviéramos de golpe encerrados las 24 hs del día en mi departamento, encontré la manera de seguir con mi profesión y además explotar mi creatividad.
Una iniciativa literaria que lancé por Instagram me llevó a escribir tres cuentos por semana. La mayor producción que había hecho en toda mi vida. De los cuentos surgieron historias hermosas, en el mundo de la ficción pero además en el mundo real por la conexión que se generó con los lectores. En el momento en que menos tiempo tenía, me hice el tiempo para explotar mi costado creativo y conectarme con la escritora con la que siempre soñé ser. Ya no debía rendirles cuentas a nadie, ni explicar cuándo y cómo iba a dedicarme a escribir. Lo hacía en el horario que yo decidía, cómo yo lo decidía, en la cantidad que yo quería. Y así surgió la creación más propia de mi vida que se convirtió en el que sería mi primer libro publicado de ficción.
#CuentoConVos significa muchas cosas. Pero creo que la más grande de todas es cómo la maternidad me permitió buscar dentro mío cuál es realmente mi vocación y cómo quiero hacerla brillar en su máxima expresión. Sin ocultar lo que realmente me gusta, cómo soy, mi costado femenino. El empoderamiento como madre y mi rol de escritora.