
Me levanto a eso de las 8 para poder conectarme a mi clase virtual 8:30. Me preparo un mate y me siento en el escritorio, mientras me arreglo un poco el pelo para estar lo más presentable posible. Siento que el Zoom es un verdadero zoom y el profesor puede verme las ojeras mucho más que si estuviera en clase. Pero, día 22 de cuarentena, supongo que todos comprenderán que no voy a usar maquillaje por mi único contacto “visual” con el mundo exterior que son esas dos horas de clase. Estudio un rato, almuerzo, me tiro a dormir la siesta, veo Netflix, estudio otro rato, y así va llegando la noche.
Es irónico porque a veces pienso que paso los días tratando de no pensar. Los primeros me costaron mucho más, pero a la semana entendí que lo mejor era poner el piloto automático. Las clases también me obligan a armarme horarios y rutinas, mini rutinas en realidad, que me ordenan un poco el día. Me muero por saber cómo estás haciendo vos. Supongo que no dejará de sonarte el teléfono y que podrás hacer home office. Pero nunca te gustaron las videollamadas y pienso que ahora, que tu trabajo debe depender completamente de ellas, las debes estar mirando con otros ojos.
¡Qué timing el nuestro! Pedirnos un tiempo por estar siempre sin tiempo para vernos justo antes de que nos acuarenteáramos por tiempo indeterminado. Y ahora, que me sobra el tiempo, pienso que no era tan malo si alguna semana nos veíamos solo algún mediodía cerca de tu oficina, o si un viernes a la noche nos quedábamos tirados viendo la tele en vez de salir a comer.
Se que dijimos que lo mejor era no hablar. Por eso te estoy escribiendo este mail, esto es lo máximo que pude contenerme. Siento que la cuarentena me va nublando la vista cada día un poquito más. Si no fuera por las clases estoy perdiendo la noción del tiempo, ese bendito tiempo del que siempre hablamos y que tantos problemas nos trajo. Siento mucho la soledad en mi rutina, pero, la verdad, es que me está haciendo bien. Ahora veo lo aturdida que estaba y lo fácil que me dejaba engañar por cosas que no eran importantes. ¿Te estará pasando algo parecido? Me muero por saberlo.
En fin, lo que quiero decir, es que a pesar de todo, esta cuarentena me ayudó a poner las cosas en perspectiva. Hace unas semanas creía que nuestra relación tenía demasiadas trabas: vos con el trabajo y yo con el estudio, parecíamos estar en etapas completamente distintas e incompatibles. Hace unas semanas pensaba que si nos veíamos poco era un mal signo, una alarma de que no prosperaríamos. Lo que no me daba cuenta era de cuánto bien me hacían esos abrazos que me dabas, aunque fuera por poquito tiempo. De alguna manera los daba por sentado y solo me enfocaba en que quería más y por más tiempo. Ahora veo lo difícil que es no tenerlos para nada. Y ahora, leyendo historias tan tristes de personas a las que este virus maldito las separa para siempre, también pienso que me gustaría que nuestro “tiempo” no sea eterno. ¿A vos te pasa lo mismo? Me muero por saberlo.
Cuando quieras hablar, acá estoy. Y te abrazo con el pensamiento hasta que pueda abrazarte de verdad.