Cuando compré este libro sabía que era una clásico pero no tenía ni idea de qué se trataba. Eso suelo hacer con los clásicos: los compro sin leer la contratapa. Resultó ser una historia de amor en la que el arte culinario es un personaje más. Si bien no me divierte particularmente leer recetas ni descripciones minuciosas sobre cómo elaborar ciertos platos, sí me resultó interesante el lugar que le dio la autora a la cocina: cómo el cocinar está relacionado con nuestros sentimientos, con nuestra relación con el otro y con los momentos que se viven en familia. También me pareció muy linda la forma en que muestra las relaciones que se establecen entre los miembros de las familias (en este caso, las mujeres) que se transmiten los conocimientos culinarios de generación en generación.
La historia de amor está contada con mucho dinamismo. Pasan muchas cosas pero el lector nunca se pierde porque el ritmo con el que la autora lo va llevando es impecable.
Lo que más me gustó fue reconocer en estas páginas ese realismo mágico que tanto nos caracteriza como región latinoamericana. Esas situaciones sobrenaturales que están muy unidas a los grandes sentimientos y que te hacen sentir que todo es posible. Que hasta lo más cotidiano puede ser especial. Que, aunque la realidad sea adversa, el amor todo lo puede. ¿Es realidad? ¿Es magia? ¿Es recuerdo subjetivo teñido de amor? Lo único que queda claro es que en nuestras raíces tenemos la capacidad de darle a nuestro día a día una gran dosis de efectos especiales.
📸 A esta pareja de peces la fotografié en el Smithsonian National Zoological Park de Washington D.C.
Inés María Agosta 