Por Sebastián José Saez – Abogado
Nos encontramos hoy ante una crisis que atraviesa a la sociedad mundial y que no tiene precedentes porque sucede además en el marco de la hiperglobalizacion e hipercomunicacion. Mucho se dice sobre sus consecuencias pero solo con el tiempo podremos saber cómo realmente afectará esta pandemia a la humanidad como hoy la conocemos.
Sin embargo, las ironías que plantea esta enfermedad -casualidad o no-, nos llaman a reflexionar ahora profundamente sobre lo que está pasando.
En una sociedad que consume constantemente más de lo que necesita, donde el triunfo suele medirse por el éxito económico, donde el egoísmo es moneda corriente, donde la miseria es solo de los pobres y donde el cuidado de nuestro planeta pretende ser catalogado como una consigna extrema de grupos ideológicos que en realidad odian el capitalismo y las comodidades de la modernidad, ahí irrumpió el coronavirus.
Una enfermedad que contagia a seres humanos por igual sin importar su status social, que nos obliga a frenar abruptamente la contaminación, a consumir menos, a aislarnos y a encontrarnos a nosotros mismos en espacios reducidos sin una sobrecarga de estímulos y sin obligaciones que nos distraigan permanentemente de nuestra lisa y llana existencia.
Pero lo más increíble no se da solo en lo que nos obliga a hacer como individuos sino en lo que nos obliga a pensar y hacer como personas que viven en sociedad. Es una enfermedad que solo puede detenerse con la determinación absoluta de la voluntad colectiva. Ricos o pobres, todos por igual deben aportar lo suyo para que el avance de esta enfermedad termine.
Me detengo además en un detalle peculiar. Hoy le debemos la salud, seguridad y comida a sectores que muchas veces, en nuestro país, no solo no son reconocidos sino que son atacados o despreciados. Mientras la mayoría de nosotros lo único que tenemos que hacer es mantenernos aislados, ellos están ahí al frente arriesgando su vida. Éstos son:
· Las fuerzas de seguridad, a las que tanto odio les tenemos como sociedad por las atrocidades que hicieron en el pasado -y a veces también en el presente- pero que seguramente no representan a la totalidad de sus integrantes, que hoy están en la calle en defensa de la sociedad.
· El personal de maestranza que tantas veces es invisible para los demás, a quienes se los mira de reojo mientras están con un lampazo fregando el piso.
· Los rappi, glovo y pedidos ya, esos trabajadores precarizados que con esfuerzo físico importante recorren durante horas las calles de la ciudad una y otra vez, y por los que nadie reclama, son hoy los que nos acercan la comida, los medicamentos y los insumos con el menor riesgo posible para nuestra salud.
· El personal de salud. Ese equipo de personas que con una valentía impresionante combaten esta pandemia no solo poniendo en riesgo su vida sino aislándose de su entorno y sus familias para protegerlos, y que suelen trabajar en condiciones inhumanas con jornadas interminables y mal remunerados pero que además lidian con la crítica constante de la sociedad.
· Los dirigentes políticos, sociales y sindicales, esa clase detestada y conocida por su baja popularidad dentro de la gran mayoría de la sociedad pero de la que hoy, la sociedad en conjunto, no solo espera respuestas sino también acciones y soluciones. Los habrá deshonestos y corruptos, pero también los hay comprometidos y dispuestos a hacer los sacrificios que su cargo y responsabilidad conllevan.
Hoy todos ellos son los héroes y heroínas de esta sociedad y no los futbolistas, cantantes, actores o actrices, o modelos.
Siempre fui un convencido de que el dicho popular “toda crisis es una oportunidad” era una verdad revelada. ¿Qué oportunidades tenemos hoy? Podemos usar el tiempo para repensar nuestras prioridades y nuestros modos de convivir como sociedad y como individuos. Quizás esto nos permita frenar esa locura constante de vivir para el trabajo y para el consumo. Quizás nos permita ver lo importante de recuperar los espacios de la familia, la reflexión, el descanso y el diálogo.
No hay duda de que saldremos de esta crisis. La pregunta es si nos vamos a dejar fortalecer por la experiencia o si, una vez superado el miedo y la circunstancia, volveremos a cometer los mismos errores.*
* El autor de esta nota es el Dr. Sebastián José Saez, Abogado especialista en Derecho Individual y Colectivo del Trabajo.
Muy buena la nota, Besos para los dos, o mejor, los 4.
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Extraordinario. Me gustaría conocerlo y tomar un café con el autor. Saludos desde Chacabuco
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Muy bueno
El articulo muestra la sensibilidad y hondura de la condición humana
También su necesidad básica
Construir solidariamente para sobrevivir
“Nada une mas a los hombres que el sufrimiento y el dolor ” Albert Schwaitzer .
En un momento de estupefacción. Estas palabras de Saez nos invitan al cambio y la esperanza
Gracias por ellas
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Impecable!!! Se nota que esta escrito con mucha reflexión y la visión que da tener “calle”, pero fundamentalmente, también está escrito desde el corazón, con mucho coraje para darle credibilidad y los merecidos créditos a quienes son menospreciados solo por el lugar o la institución donde se desempeñan. Felicitaciones !!!
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