A Noe Delic
Te imagino dando vueltas en la cama, abajo de tu acolchado de vaquitas de San Antonio (no el que tenías en la casa de tus papás… como ese, pero tamaño king) mientras juntás fuerzas para tomar el «primer desayuno». No estoy segura de si sería la santa de Gra la que te llamaría para despertarte o si hubieras delegado esa tarea en el celular, pero seguramente ese «primer desayuno» no faltaría.
Te imagino con el pelo un poco caoba, con los rulos perfectos y con el color de tus uñas haciendo juego. Usando un piyama de La Bella y La Bestia o alguna otra cosa asi «bien adulta» que seguramente te hubieras comprado en algún Disney Store de España porque hubieras llegado a ir a esa tan esperada Semana de la Juventud.
Te imagino levantándote y dándole un beso a la imagen de la Mater que seguramente te habría regalado Majo cuando hubieras decidido mudarte a tu dos ambientes en Las Flores, cerca del Carmen y no tan lejos de Loreto.
Te imagino yendo a la heladera donde seguramente tendrías 3 o 4 imanes de recuerdo de mi casamiento. En alguno estaríamos con Eli y Ale, en otro con las chicas de la facu, y seguramente alguno más habría de nosotras bailando y riéndonos como si se viniera el mundo abajo. Imagino que también tendrías dibujos y cartitas de tus alumnitos y de tus catecúmenos, y algún que otro mensaje de amor.
Imagino que ya para esta altura habrías aprendido que el agua para el mate no se hierve en el termo sino en la pava y alguna que otra cosa básica de la vida doméstica. Pero no te imagino ni demasiado gourmet ni alérgica a la cocina. Te servirías un vaso de leche y seguramente, ya que estás levantada, te tomarías un buen té de frutilla. Y te cortarías un pedacito de ese complemento básico de la vida que sería infaltable en tu casa: el chocolate.
Imagino que estarías contenta pero atareada con las muchas clases que tendrías que preparar (porque seguramente Silvina te habría dado más y más responsabilidades a través de los años) y con los muchos encuentros de la parroquia que tendrías que organizar. Seguramente pensarías que esta vez asumiste demasiadas cosas y que la próxima vez le dirías que no a algo… sabiendo que la siguiente vez volverías a decir que sí a todo con tu enorme sonrisa.
A ese departamento propio que nunca llegaste a tener lo imagino alegre y colorido, con una enorme foto de Marilyn en el living. Durante el desayuno chequearías tu celular y verías los miles de mensajes que te estaríamos mandando. Sin duda todos terminarían con un «nos vemos a la noche» o «nos vemos el sábado» porque el 8 de marzo no habría dejado nunca de traer consigo un gran festejo de cumpleaños.
Te bañarías. Te pondrías algún conjunto arreglado de Akiabara y tus zapatos relativamente nuevos (comprados hace uno o dos días… no más) y en tu hermosa cartera de Los Robles pondrías todo lo que necesitarías para dar tu clase. Claro que, como siempre, complementarías con alguna bolsita de tela para los libros. Gra y Pedro pasarían a buscarte para darte un beso de feliz cumpleaños y así, sin más, empezarías tus 29.
Te imagino porque es todo lo que me queda. Con «saña» y «alevosía» él truncó tu vida y no nos dejó más opción que sólo imaginar la mujer en la que te hubieras convertido. Por eso sigo fiel a mi plan: seguir abrazándote en mi imaginación para no olvidarte nunca.