Este libro no es lo que yo me imaginaba cuando lo empecé a leer. Tampoco lo que se imaginó mi hermana cuando me lo regaló. Es cierto que la autora menciona todos esos libros y escritores que la ayudaron a sobrevivir dos de los años más difíciles de su vida. Pero con el título podemos pensar que en este libro escribe cartas a una amiga de ella; lejos de eso, Yiyun Li Intenta, usando una frase de Katherine Mansfield, decirse «amiga» a ella misma.
«Empecé estos ensayos con sentimientos encontrados y motivos contradictorios.» dice la autora en el epílogo, «Quería argumentar en contra y a favor del suicidio, es decir que quería mantener la opción del suicidio y quería que se alejara para siempre de mí». Yiyun Li, quien en el 2010 fue nombrada por The New Yorker como uno de los 20 mejores escritores menores de cuarenta años, estuvo dos veces internada en un hospital psiquiátrico según se entiende por su relato por intento de suicidio. Estos ensayos surgen en los años en que se dieron esas dos estancias. Me sorprende que la contratapa de la edición traducida al español de Chai Editora no mencione el suicidio cuando en realidad es uno de los temas recurrentes del libro y una de las razones por las que su lectura no se hace nada llevadera. No es fácil lo que plantea. Pero lo hace de una manera tan profunda, con frases tan certeras, que mantiene en vilo las ganas de seguir leyendo más.
Para quienes escribimos, las reflexiones de Yiyun sobre el límite entre la ficción y la autobiografía; el vínculo entre lector y escritor; qué implica dejar de lado la lengua materna a la hora de escribir en otro país y en otro idioma y cuándo un escritor se convierte en personaje a través de sus cartas o textos más íntimos, son sumamente interesantes. Para quienes nos gusta leer, el hilo conductor del libro («la literatura puede ser un consuelo en medio del dolor y el sufrimiento») confirma que incluso el poder de sanación de la literatura puede ser una experiencia compartida. En definitiva, es un libro para reflexionar, para entrar en la mente de quien escribe y también de quien en algún momento de su vida pensó que no tenía salida. Eso nunca puede ser fácil de leer. Pero, como se imaginarán, el alto costo de empatía que implica su lectura hace que cuando terminemos de leerlo algunos mecanismos reflexivos hayan cambiado en nosotros mismos. Podemos decir, entonces, que este libro es un ejemplo de lo que él mismo plantea.
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