Hoy prevaleció en mí el silencio. No me nació decir Feliz Día a ninguna de las increíbles mujeres que tengo alrededor, pero tampoco me ofendí porque me lo dijeran. El bendito punto medio.
Ya no sé cómo decirlo: por favor, no nos maten más. No nos humillen, no nos ninguneen, no nos hagan sentir menos por no ser hombres. No nos hagan repetirles todo lo que valemos, como valen todos los seres humanos. De verdad que cansa. Cansa explicar por qué no nos gusta que nos toquen sin permiso. Por qué no nos halaga que nos griten una guarangada o que nos la digan al pasar al oído. Por qué si soy linda o si soy fea no debería incidir en mi puesto de trabajo. Ni si soy madre o si quiero serlo.
Perdí a Noe, víctima de la violencia de género. Ella era pura luz. Era alegría, era amor, era compasión. Fue víctima porque no puso un escudo: ella le abrió la puerta a su agresor, porque era buena y porque no sabía ser de otra manera. Del 2010 a hoy hablar de femicidio se volvió mucho más común. Siento que el odio aumenta, y siento que hay odio por todas partes. Una bola de nieve que no se acaba más. Yo no quiero odiar. Ni catalogar. No me gustan las generalizaciones, nunca son justas. Todos somos personas, buenas o malas, mejores o peores. Las hay de todos los tipos. Pero les pido por favor: dejen de matarnos. Porque todo lo relativo al mundo solo puede seguir existiendo en un sano equilibrio. Porque todos nos necesitamos entre todos, porque no somos islas. Porque nos complementamos, nos potenciamos, nos sostenemos.
Ojalá existiera el día del «buen ser humano» y pudiéramos honrar a todos los que nos hacen bien, hombres y mujeres. Y decir Feliz Día entonces sí sería un halago. Porque no se lo diríamos a cualquiera. Porque no esconderíamos en ese decir otras intenciones. Porque seguramente ese saludo sería menos hipócrita.
«Aureas mediocritas». El punto medio. La justa medida. Estoy convencida: solo en el equilibrio podemos estar en paz. Pero para que haya equilibrio, tenemos que estar vivas.
Inés María Agosta 